Las peinetas y blondas
van dibujando ondas,
al son de la brisa vespertina,
en la tarde que viste opalina.
Las mantillas al viento
por la calle del encuentro,
donde todas pasean,
y con gracia se contonean.
Caballeros elegantes,
multitud de viandantes,
bullicio por las calles
ataviadas con detalles.
¡Pero de repente!
un silencio envolvente.
Llega la primera cofradia
mientras se marchita el día,
y entre varales su Virgen María
que va llorando, ¡cuanto lo quería!
Con su manto bordado de plata fina,
mantiene el porte de Madre Divina.
De un balcón nace un quejio, profundo,
desgarrador, sentio y rotundo.
La saeta atraviesa las almas, penetrante
y se clava en los corazones, punzante.
La garganta se rasga sin consuelo,
la voz quebrada sube al cielo.
Un toque maestro y la virgen alzan,
los costaleros todos a una la impulsan,
las alpargatas se arrastran por el suelo,
todas al compás, sin un ruego.
La gente murmura de admiración,
por tanta proeza y devoción.
Capirotes, capas y cirios, todos en fila,
todos callados y pendientes, nadie vacila.
Y ahí, llega cargado con su cruz,
melena al viento y rostro a media luz.
Y de nuevo del balcón se arranca un quejio,
que no tarda en topar con su eco en el gentío.
Duelo a voces y poderío,
se lo lleva el más sufrió.
La piel se eriza, ya sea forastero,
se te remueve el cuerpo entero.
La fe y la pasión mueven fronteras,
y te traspasa cuando menos te lo esperas.
Muy bonito Mogaly
ResponderEliminarGracias, está es tu casa!
ResponderEliminarGracias! Ésta es tu casa!
ResponderEliminar